Es un gigante con forma de hombre, muy grande, con un solo ojo en el medio de la frente. Su voz es grave y profunda como un trueno. Todo su enorme cuerpo está cubierto por un pelo áspero y rojizo que sale de la espesa melena y la barba, de donde le crece un pelo blanco, el único punto débil del ojáncano. Si se le consigue arrancar tras cegarle el único ojo que tiene en su frente, el ojáncano se muere.
Tiene unos pies y manos gigantescos y en cada pie tiene diez dedos que terminan en unas afiladas garras, lo mismo que sus manos, que también tienen diez dedos cada una rematados por dos garras. En ellas suele llevar una honda de piel de lobo con la que arroja grandes piedras y, en la otra, lleva un fuerte bastón negro que puede transformarse en lobo, víbora o cuervo, los tres animales del bosque amigos suyos.
La tradición dice que tienen mucho miedo a los sapos voladores y a las lechuzas. Cuando un sapo volador toca al ojáncano éste muere si no consigue una hoja verde de avellano untada en sangre de raposo.
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